Columna del escritor Manuel Raya, autor de Mundo in-Mundo

Dice una vieja frase que recordar es volver a vivir, y con los libros pasa exactamente aquello. Recordar aquellas historias leídas bajo la luz de la luna, otros tantos en el parque, la universidad y algunos en casa, es volver a vivir aquellas aventuras, aquellas vidas que de la ficción, pasaron a los sueños y algunas hasta a la vida real.
Uno de los primeros libros que recuerdo haber leído con mucha emoción fue “Corazón” de Edmundo de Amicis. El libro lo leí a los doce años, según recuerdo. Lo leí precisamente en el colegio y fue como vivir ciertos episodios, ya que el libro nos narra en forma de diario la historia de un escolar. Aquel libro me marcó tanto que casi veinte años después recuerdo algunos episodios con mucha nostalgia.
Años después otros libros me invitarían a formarme como lector. Libros como “Mi planta de naranja Lima” de José Mauro de Vasconcelos, “La tía Julia y el escribidor” de Mario Vargas Llosa, “La palabra del mudo” de Julio Ramón Ribeyro y “El amor en los tiempos del cólera” del gran Gabo, fueron decisivos para amar la lectura. Con el paso de los años y a pesar de haber estudiado la carrera de Economía, nunca deje de leer novelas. Es más, podría decir con toda certeza de que leía más libros de Literatura que de Economía.
El año 2011, sería un año decisivo para mí. Aquel año ingresé a la Villarreal a estudiar la carrera de Derecho. Hubo muchos días en que por azares de la vida y cuestiones extra académicas las clases se postergaban. Aquellos días eran mis favoritos, no por no tener clases sino porque disponía de mucho tiempo libre para ir hacia el Jirón Quilca, donde se encontraba el “Boulevar de la cultura” y donde se encontraban muchos puestos de libros. Quilca era un paraíso para mí. Podía pasarme horas de horas mirando libros, revisándolos, tocándolos y oliendo el aroma de sus páginas. No era difícil comprar unos tres o cuatros libros diarios. Muchas veces encontré libros desde un sol. Recuerdo que alguna vez me quede sin pasajes por comprarme un libro maravilloso de Roberto
Bolaño.
Es cierto que en la actualidad el “Boulevar de la cultura” ya no existe, porque sus libreros fueron desalojados y en su lugar se encuentra una playa de estacionamiento, pero sí quedan muchas librerías en parte del Jirón Quilca y el Jirón Camaná.
¿Cómo olvidar aquellos tiempos hermosos? Cómo olvidar los libros de Edgar Allan Poe, Borges, Lovecraft y Sthepen King que compré en Quilca y hasta ahora atesoro en mi biblioteca, como un hermoso recuerdo de aquellos años.
Podría extenderme y nunca acabar de escribir sobre mis libros favoritos. Podría seguir recordando y sería inevitable no sentirme emocionado. Antes de terminar esta columna les contaré una confesión: Casi siempre voy por el Jirón Quilca y recorro sus calles. Lo hago porque a veces voy en búsqueda de un buen libro, porque visito a unos amigos libreros y porque estoy escribiendo una novela que a pesar de los años no puedo y tampoco quiero terminarla de escribir, por el inmenso amor a los libros y a ese lugar que hasta hoy no dejo de visitar.
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