Columna de la escritora Alessandra Pacheco Gabriel, autora de ‘Adolescentes en Guerra
Quiero empezar este artículo preguntándome eso, ¿por qué?, no es que pretenda cuestionar el papel que nuestros niños, adolescentes y jóvenes han tenido en el mundo, tampoco limitar el valor que posee este grupo de nuevos caminantes.
En toda la corta vida que he tenido, tuve que escuchar una serie de estereotipos, palabras y frases típicas de gente mayor, no de todos, claro. Puesto a que, muchas veces, ser joven o niño, no es más que jugar y caer en malos pasos que solo afectan en nuestro entorno, de modo que se le ha perdido la fe a todo ser que empiece a caminar en un mundo lleno de «maldad» y «tecnología basura» que solo nos lleva a no apreciar las cosas valiosas que teníamos antes: «libros, posturas, música sana, etc». Sin embargo, después de cada tormenta, como siempre, a la vuelta de la esquina nos espera un bello arcoíris, anunciante de noticias buenas y alegrías. Ya que, con el paso del tiempo, muchos niños han empezado a despertar, preguntándose si es necesario llegar a la universidad o ser mayor, para recién pensar en lo que uno quiere ser, a esto le hemos llamado «niños prodigios», o quizá deberían ser, niños correctamente estimulados por sus padres o mentores, puesto a que, ellos han desarrollado eternamente un rol muy importante en la vida de sus pequeños.
Tenemos como claro ejemplo, a Jose Adolfo Quisocalla Condori, un niño que, a pesar de sus cortos 7 años, ha emprendido un banco ecológico, ganándose el nombre del «banquero más joven del mundo», ¿y es de un país de primer mundo?, ¡no!, ¿qué quiere decir esto?, que el entorno, dinero o la mínima fe que otros tienen en ti, no son obstáculo. También nos enseña que, ante los sueños, metas y objetivos, todos somos iguales, pues, «nunca es temprano ni tarde para empezar a hacer las cosas buenas», cuando es nuestro momento, lo es sin importar nada.
Librolandia 
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