Hola, amigos de Librolandia. En este nuevo Caso de Lectores, les cuento la historia de Jessica, quien tuvo una pelea con su amiga, pues le prestó uno de sus libros, edición especial de «Alas de Sangre», el cual terminó en la estantería de quién sabe, pues lo perdió (gritos de horror).
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Jessica es una devota amante de los libros. Su biblioteca, una verdadera joya de títulos y ediciones, es su orgullo. Cada volumen, especialmente los de tapa dura y colecciones limitadas, son tratados con el cariño que se merecen. Su favorita era “Alas de Sangre”, una obra cubierta de dragones y bordes negros que había costado horas de búsqueda y unos cuantos sacrificios económicos.
Un día, su amiga Erika llegó de visita y se quedó hipnotizada ante la espléndida vista de libros perfectamente alineados. Con una sonrisa, le pidió prestado “Alas de Sangre”. Jessica dudó por un momento. Sabía que prestarle su libro a Erika podía ser un riesgo, pero la amistad pesaba más que su recelo. Así que, con un suspiro, se lo entregó.
Pasaron las semanas, y cuando Jessica decidió que era hora de recuperar su libro, se encontró con la misma respuesta de Erika: “Ya casi lo termino, solo me faltan un par de hojas”. Así siguió la historia: un mes se convirtió en dos, luego tres, y finalmente cuatro. La paciencia de Jessica se desvanecía como las páginas de un libro olvidado. Cuando finalmente preguntó con un tono más serio, Erika soltó la bomba: había dejado el libro olvidado en un taxi el mismo día que se lo prestó.
La revelación fue como un puñetazo en el estómago de Jessica. Molesta y decepcionada, se alejó de Erika, dándose cuenta de que su amor por los libros superaba lo que creía era una amistad inquebrantable.
Un mes después, Erika se presentó en su puerta con un nuevo ejemplar de “Alas de Sangre”. Era la misma historia, pero no tenía los bordes pintados ni las anotaciones que Jessica había hecho con su puño y letra. “Te lo traigo de vuelta”, dijo Erika, sonriendo. Aunque agradeció el gesto, Jessica sintió que el libro nunca podría reemplazar lo que había perdido.
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Pasaron otros meses, y el tiempo fue sanando la herida. Cuando Erika volvió a visitarla, con un brillo travieso en los ojos, le pidió prestado su libro de “Los 7 Maridos de Evelyn Hugo”. Pero esta vez, Jessica no se lo pensó. Con una sonrisa firme y mirada decidida, simplemente dijo: “No”.
Desde ese día, Jessica se volvió más cautelosa con sus libros. Si alguien le pedía prestado, lo pensaba durante semanas. Porque, al final, había aprendido que, a veces, los dragones en las portadas son más valiosos que cualquier amistad. ¿Y tú, qué harías?
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